El Día Internacional del Trabajo se ha convertido en un simple día festivo, un día en que no vamos a trabajar, pero ¿sabemos realmente qué significa? Durante la segunda mitad del s.XIX, ya asentada la era industrial, las condiciones laborales eran absolutamente precarias. Jornadas de hasta 16 horas diarias con bajos salarios, trabajo de niños a partir de los 6 años, y trabajo de las mujeres durante la noche para completar un salario que no daba para comer, era la situación normal que se verá recrudecida con la irrupción de la crisis de 1873, que traerá reducciones de salarios y mayor precarización del trabajo.
El 1 de mayo de 1886 dio comienzo una huelga general en EE.UU., promovida y respaldada por asociaciones internacionales de trabajadores/as, cuyo eje central era conseguir la jornada de 8 horas. Cuatro días más tarde, la huelga finaliza en una matanza durante la Revuelta de Haymarket, en Chicago, y la ejecución de los supuestos responsables socialistas y anarquistas un año y medio más tarde, tras un juicio completamente amañado. En 1889 la Internacional decide convertir el día de la primera jornada de huelga en el día de conmemoración de la dignificación del trabajo, adoptándose en España en 1890, hace ya 125 años.
Aun salvando las diferencias, los paralelismos entre ese día y lo que hoy vivimos son enormes. Hoy no tenemos que luchar por la jornada de 8 horas, pero tenemos un contexto de crisis que es utilizado como pretexto para realizar políticas encaminadas a favorecer a unos pocos a costa de la mayoría. Hoy como ayer, asistimos a la precarización del empleo, provocada de manera consciente por una reforma laboral altamente lesiva para los trabajadores/as, debilitando la negociación colectiva, facilitando los despidos, provocando mayores niveles de desempleo y, sobre todo, encubriendo un trasvase de rentas del trabajo al capital. En definitiva, sólo ha provocado un aumento de la precariedad, la desigualdad y la pobreza.
Los recortes del Gobierno del PP, de tintes claramente ideológicos, han estado encaminados a desmantelar los servicios públicos, obviando los altos índices de fraude y elusión fiscal, generalmente cometidos por las grandes empresas y los grandes capitales, todo ello aderezado por niveles de corrupción insoportables cuyas consecuencias recaen de forma directa sobre los más desfavorecidos.
Pero la regresión no es sólo económica, también es social. Si en 1886 los desfavorecidos pedían comida, hoy se pide una renta básica que permita subsistir y legislación necesaria que paralice los desahucios; entonces se luchaba contra la esclavitud, hoy nos oponemos a los recortes en derechos de las libertades y democracia. En Chicago se dispararon balas de plomo contra los manifestantes, hoy se disparan pelotas de goma. Ayer los líderes de los trabajadores/as acabaron en el cadalso, hoy hay más de 300 sindicalistas procesados por defender el derecho a huelga.
Sin embargo, desde UGT venimos defendiendo otra manera de hacer las cosas, la necesidad de dar un giro en las políticas gubernamentales, que no quiebren el modelo social y busquen la cohesión, no la ruptura. Por ello, desde el Sector Federal Ferroviario de UGT os animamos a participar en los actos programados en conmemoración de aquel día cuyos ideales permanecen vigentes, así como a conocer nuestras propuestas a través del documento del siguiente enlace.